Tampoco es que tuviéramos muchas esperanzas, pero no nos cerrábamos a una buena noticia. Y no. Ni buenos propósitos de Año Nuevo ni milagro navideño (de la Navidad cristiana o de la ortodoxa, nos valía todo). El anuncio de Putin de un alto el fuego de treinta y seis horas para celebrar las fiestas al final era exactamente lo que Zelenski advirtió que sería: un acto de propaganda con gato encerrado. Los ataques rusos no pararon ni el tiempo que tardaban las tropas en desearse una buena Pascua y la fingida tregua, al parecer, era una maniobra para ganar tiempo y movilizar a medio millón de soldados. Hay algunos que lo del ‘año nuevo, vida nueva’ no lo contemplan. Y ahí sigue Vladimir, empecinado en destrozarle la vida a los vecinos ucranianos movido por sus ansias de grandeza, y sin contemplar en la ecuación a las víctimas, que se cuentan por miles. El señor Scrooge de este cuento de Navidad no tiene revelación que le convierta en buena persona.
