Ahora que en A Coruña estamos inmersos en la Semana de la Movilidad quizá sea el momento adecuado para abordar uno de los problemas a los que se enfrenta cualquiera que se coloque al volante en esta ciudad. Una cuestión de dimensiones que se vez más anchos –empezaron hace años las mamás que más que recoger a sus retoños en el cole parecía que fuesen a iniciar una incursión militar– no hay calzada para todos. Como uno tenga la mala suerte de coincidir, por ejemplo, con un mastodonte de estos a un lado y un autobús al otro, más le vale quedarse muy quietecito, a riesgo de provocar una escandalera de pitidos, y ceder su carril para que se lo repartan. No vamos a entrar en análisis psicológicos sobre lo que esconde la necesidad de comprarse el coche más grande o qué clase de personas lo eligen, pero lo que sí sabemos es que de civismo suelen ir justitos. Mano dura con los matones sobre ruedas, por favor.
