Es la hora. Lo vemos en la cantidad de actos con los distintos mandatarios políticos locales que se están concentrando en los últimos días. Es una carrera a toda prisa para estar en todo. Solo les falta utilizar motos a modo de vehículo oficial, bajan, saludan, dicen dos palabras, hacen formar al grupo, sonrisa y foto. Luego el gabinete de prensa se encarga, en torno a esa foto, de elaborar un folio y un poco de texto elogiando al sector en concreto, los objetivos que se persiguen y más propaganda. Es decir, fuegos artificiales. Lo hacen absolutamente todos y resulta decepcionante. La propaganda se impone a la realidad y es duro para los que de verdad lo padecen de cerca, los diferentes sectores profesionales (que al final no se les escucha) y también el vecindario que entiende que sus reivindicaciones se despachan con palabras vacías o promesas, que no acaban por solucionar de forma efectiva los problemas de los barrios, que suelen ser de seguridad y de limpieza. El diálogo debería de estar por encima de todo.
