Para muchos tratar con futbolistas debe de ser algo parecido a negociar con niños de guardería en plena rabieta, así que tampoco es tan descabellado que un árbitro alemán proponga un cambio en las sanciones que tenga un sospechoso parecido con algunas estrategias de educación infantil. De las modernas, por supuesto, nada de sacar la zapatilla. En su reglamento, los atentados a la autoridad son motivo inmediato de castigo. A ver si así se recupera el respeto por el señor que tiene el silbato, que está ahí para hacer cumplir las normas, no para que los jugadores se desahoguen. Así que se acabó eso de que le rodeen para protestarle una decisión, cual banda de camorristas amenazadores. Expulsión inmediata. Y al que le levante la voz, diez minutos al rincón de pensar; hasta que se tranquilice y puede volver a jugar con los demás amiguitos como un niño bueno. Y los niños buenos no dicen mentiras ni intentan engañar, así que el que haga la croqueta también tiene castigo: tres minutos de expulsión si da más de tres vueltas. Por favor, por favor, que salga adelante la propuesta.