Obligadas, por supuesto, pero ahí están, con sus nidos tapizados en un 30% de su superficie con plásticos de todo tipo. Según el Centro de Extensión Universitaria y Divulgación Ambiental de Galicia –en lo sucesivo, Ceida, porque casi no se puede decir seguido sin tomar aire—, el 80% de los nidos de las Illas de San Pedro están de esta guisa; y los de las Sisargas por ahí andan. Si les sirviesen para guarecerse de la lluvia o de los vientos despendolados que soplan por la zona aún tendría un pase, pero solo les sirven para que se intoxiquen o que se enreden con ellos y la palmen. Vale, vale, ya sabemos que las gaviotas no caen excesivamente bien entre la población humana en general, pero tampoco es para desearles tales atrocidades, que son animalitos de dios como los ruiseñores y los jilgueros, qué caray. ¿Y de quién es la culpa de este ataque masivo a la Naturaleza? Pues de todos nosotros, que somos un poco cochinitos y tiramos las cosas en cualquier parte. Mal, muy mal.
