Si hay algo que ha demostrado Tamara Falcó es que una cosa es parecer tonta y otra serlo. Y, en nuestra opinión, ella de tonta no tiene nada. ¿Que sus ademanes y su forma de hablar son pijos? Bueno, normal, es en lo que la criaron. Pero nunca -que se sepa- ha hecho daño a nadie ni ha tenido nada de qué avergonzarse. Es simpática, risueña y espontánea hasta el punto de ser políticamente incorrecta. Le da igual enfundarse un Versace que un delantal de cocina. El que puede no parecer tonto -es ingeniero y tal y cual- y serlo es su ¿ex?prometido. Porque mira que hay que ser mastuerzo para liarse con una señorita en un lugar público sabiendo que los vigilan hasta el infinito y más allá. Que a lo mejor el chico tiene sus explicaciones y ya se las ha dado a la Marquesa, no lo sabemos, pero la verdad es que hay que tener muy poca sesera para hacer lo que hizo. Si alguien piensa que ha dejado a Tamara en ridículo, está equivocado. El ridículo lo ha hecho él, por imbécil.
