Muchas veces los alcaldes se afanan en dejar la huella de su paso por un Ayuntamiento y eso es lícito. Se hacen obras sin haber priorizado antes las necesidades que tiene cada ciudad y que los ciudadanos reclaman, en ocasiones no de forma suficiente, pero es cierto que son muy evidentes. Ahora, con esto del tema de la corrupción, hay más controles y hay que mirar cómo se gasta el dinero. Pero los políticos siempre se las ingenian para buscar partidas que no superen ciertos costes y así poder saltarse los procesos de intervención. Lógico. Con la prueba de O Gran Camino se puso en evidencia la necesidad de arreglar el firme de la calzada y sanear el Paseo Marítimo. Está, salvo el tramo reparado donde más azotan los temporales, para no enseñar ni a los turistas.
