Una copa en Moncloa, “donde ¡se habla polaco!”
Los ‘corrillos’ en torno a Pedro Sánchez van a ser protagonistas de no pocos titulares esta semana tremenda que se nos viene encima. Tendrá el presidente, ya veremos en qué condiciones, que enfrentarse ‘informalmente’ a preguntas que corresponden a un auténtico aluvión de casos y cosas que tienen crispada y expectante a la nación. O, mejor, a las dos naciones que se parten en duelo a garrotazos al menor pretexto. Menuda semanita nos aguarda tras este finde de fútbol y de avisos apocalípticos lanzados por nuestros dirigentes políticos, es decir, quienes de hecho nos representan en esa leonera que es el Congreso de los Diputados (y el Senado, que va a estar muy en boga en los próximos días). Estamos viviendo, sin darnos plena cuenta de ello, no una sucesión de golpes de Estado, demasía absurda, falaz y peligrosa que esgrimen para herirse los que dirigen las dos Españas, sino una revolución en los usos, costumbres, ética y estética en la vida social y en la política del país llamado España. Y mucho de toda esta revolución, de cuyo alcance, de tan extensa, quizá no nos estemos dando cuenta cabal, puede estallar, o remansarse, entre el lunes y el jueves próximos, ya ve usted.
De momento, las declaraciones de los máximos personajes políticos españoles, es decir, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, que se acusan mutuamente, sin ambages ni cautelas, de violar la Constitución y atentar contra la democracia, no inducen a la tranquilidad: a ver qué se dicen este martes en el ‘cara a cara’ en el Senado. Tampoco los tambores de guerra en torno al Tribunal Constitucional alientan a pensar que estamos en una etapa de concordia navideña precisamente. Allí, en esa institución en la que los magistrados actúan como ‘hinchas’ de los dos equipos en liza (sí, todo esto suena a final del mundial de fútbol) se dirime sobre si aceptarán o no este lunes el recurso presentado por el PP contra la tramitación
parlamentaria de las últimas reformas impulsadas por el Gobierno.
¿Es bueno mantener a todo un país conteniendo el aliento, a la espera de una decisión salomónica del máximo órgano de garantías, que está entrando en una fase de cierto desprestigio ante la ciudadanía? Alguien, en el TC, en el Gobierno y en la oposición, debería planteárselo. La propia ciudadanía, apática, habría de percibir que lo que está en juego es mucho más que algo por otra parte tan angustioso como la imparable subida en los precios de la cesta navideña, por ejemplo.
Las asociaciones judiciales atizan el fuego, mostrando hasta dónde llega el enfrentamiento entre el Ejecutivo y el Judicial, con el Legislativo como escenario activo de la batalla: “En La Moncloa se habla polaco”, se atrevió a declarar el portavoz de una de esas asociaciones mayoritarias.
