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Mientras escribo suena en mi cadena de música “Que viva España”, la canción que catapultó a la fama Manolo Escobar porque, en medio de esta crisis política e institucional que acabará culpando a la democracia española del golpe de Estado en Cataluña, dos hechos consiguen que podamos sentirnos orgullosos de ser españoles.

El primero es la transferencia del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) a la Organización Mundial de la Salud de sus avances en el desarrollo de la vacuna Covid-19 para que llegue a los países más necesitados y carentes de recursos.

Sin entrar en detalles técnicos que se me escapan (están en la web del CESIC), este Centro creó la vacuna gracias al esfuerzo de un equipo de investigadores que encabezan Mariano Esteban, Juan García Arriaza y Luis Enjuanes que, en la soledad de las bibliotecas y a golpe de microscopio y con pocos recursos públicos, crearon una vacuna que tiene un 100% de eficacia probada en modelos animales que ahora ponen a disposición de los países del tercer mundo.

Silenciosamente, el CESIC e investigadores de centros públicos y privados logran muchos descubrimientos en los campos de la medicina, de las tecnologías y de otros ámbitos económicos y sociales de los que disfrutamos todos. Es para estarles agradecidos.

El segundo motivo de orgullo es el liderazgo de España en la donación de órganos con  el 24% de las donaciones que hubo en Europa el año pasado y el 5% de los donantes a nivel mundial, cuando la población española representa el 11% de la europea y el 0,6% de la población global.

Esta “fortaleza” del modelo de España en la donación de órganos -2.196 donantes fallecidos y 355 donantes vivos el año pasado- demuestra la generosidad de la sociedad española que coloca al nuestro como el país con mayor número de donantes fallecidos, 47 por millón de habitantes, y vivos. Gracias a al altruismo y empatía de tanta gente, se realizaron el año pasado 5.385 trasplantes renales, hepáticos, cardíacos, pulmonares, de páncreas e intestinales, de los que 296 corresponden a Galicia.

Detrás de todas estas cifras frías está el gran trabajo de coordinación de la Organización Nacional de Trasplantes, la fortaleza del Sistema Nacional de Salud, la competencia del personal sanitario -médicos, enfermería, auxiliares-, la cohesión entre todas las Comunidades Autónomas y la generosa colaboración de muchas personas que interviene en el transporte de órganos desde el lugar de la donación hasta el hospital del trasplante.

Estos dos hechos -la donación del CESIC y el número de trasplantes- son como una inyección de moral que nos hacen sentir orgullosos de ser españoles. Que no es poco con la que está cayendo en el ámbito político e institucional.