El premio al arroz con cosas
Cada vez que dan el Premio Planeta las redes son una fiesta. Esta vez hay sonrisas y lágrimas entre unos y otros, como siempre. Planeta ha retomado la vieja costumbre de premiar a televisivos y eso parece enfadar siempre a los escritores bisoños que mandan su novela a un concurso inalcanzable, a Ios puristas de la lengua, a los de izquierdas si el premiado televisivo es de derechas, a los de derechas si el premiado es de izquierdas, a las feministas si son tres señores como los Mosqueteros, que en realidad eran cuatro, o eran unos perros, yo ya no me aclaro y a todos en general porque no nos han invitado aunque seamos autores de la casa y queremos probar la cena y sentarnos con Alicia Giménez Bartlett, que también ganó el premio y quedó como una diva por la camiseta que llevaba. Busquen, busquen la foto.
El premio lo ha ganado Juan del Val. Leo por ahí que es el marido de Nuria Roca (a ella la conozco, en aquella época veía la tele, lo reconozco, ahora no tanto) y tienen una relación abierta o algo así, una situationchips de esas modernas. Ha quedado de segunda una chica que escribe sobre mujeres empoderadas que van al rural gallego (no puede faltar el rural gallego) y encuentran oscuros secretos del pasado que a lo largo de la trama salen a la luz. La chica es morena, mona y limpia, así que todo el mundo dirá que el segundo es el mejor, aunque luego correrán a la librería a comprar también el primer premio. Porque, amigo lector, el tal Juan del Val ha escrito varios libros, y todos con enjundia sexual y eso y lo de la chituachionchip dan morbo. La enjundia sexual es muy difícil de escribir, doy fe. En unos de los párrafos que han causado expectación se puede leer “tetas muertas”. A mí me ha parecido una imagen muy Alaska y los Pegamoides, o incluso The Walking Dead, pero por lo visto es una expresión típica por ciertos lares de esta nuestra geografía tan extensa y pintoresca. Pero Juan del Val ha escrito la novela premiada, además de las tetas fenecidas. Se titula “Vera, una historia de amor”. Nos queda claro que es una historia de amor, gracias, Planeta. Ana Karenina en Sevilla. La chorba de las camelias. Vera, empoderada. Porque no hay libro sin su mujer empoderada de turno. Amigos lectores, las editoriales son empresas. Esas empresas consideran que Vera empoderada, dejando a su marido buscando una promesa de juventud y abdominales, va a arrasar. Todos sabemos que Vera no tiene las tetas muertas, las tiene llenas de vida, TURGENTES y realzadas por un corsé que Vera, marquesita, se quita a la par que sus complejos y su marido aburrido sin pastilla azul pero eso sí, con un título, que eso da mucho empaque.
Dicen que ya está todo escrito. Pero hay cosas que están más escritas que otras. Lo de la pija y el chico de barrio es más viejo que la quina. La mujer que deja el lujo y la seguridad del anciano por el amor fresco de un joven es un recurrente literario de portadas con señoras escotadas y jóvenes con patillas y mirada intensa. En las redes nos preguntamos con sorna si la portada de Vera será una joven de espaldas, de mano blanca y tierna y determinación en su porte al abandonar la mansión del marqués. Leo que también tiene “toques de thriller”, no sea que nos aburramos sin algún fenecido que son sean los pechotes tristones. Un muerto siempre le da calidad a la película. Que se lo digan a Frankenstein, que pilló varios para hacer una paella o un arroz con cosas en Villa Dioati.
Algún machista dirá que no lo escribió Mary Shelley. Y algún envidioso que el premio no lo escribió Juan del Val. Escritores, haceos presentadores. A ver si así cae algo…
