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No creas defender una razón de justicia en la causa de los miserables, no cabe en ella justicia, por más que la adornes en su miseria y lo repitas como un miserable. A propósito de esta idea, me hago eco del poema “Coro de miserables” de la poetisa Loto PSeguín y que dice: “No hacemos otra cosa / que defender miserables, / gastamos la vida/ /en la pasión de los miserables:/ amamos, respetamos, apoyamos, encumbramos, /adoramos, entronizamos, miserables. /Nos odiamos en la defensa de los miserables, / nos insultamos y asesinamos /en el nombre de los miserables, /somos miserables, por los miserables./ Ese es nuestro destino/como pueblo, /como nación, como patria, /como hombre, como hombres, /como miserable, /como miserables”.

Hemos enloquecido de idiotas nuestro mundo en común y ahora nos disponemos a devorarnos como idiotas enloquecidos en la miserable gesta de defenderlos. Digo idiotas sabiendo que miento, no lo son, la idiotez soporta inocencia, la de ignorar, la de no alcanzar a más complejidad que la simplicidad de su pensamiento, cuando mayor culpa, la del falso engreimiento, y ellos, cabe que no tengan la capacidad intelectual que el cargo que ejercen y para el que se postulan exige, pero sí la maldad para maniobrar ocultando esa terrible falta. Y para ese fin hallan el perfecto decorado en un supuesto ideológico y lo que es más terrible, en los alegres votantes, capaces de dar por generoso lo miserable en la defensa de sus miserables.