Familias, decorados e instituciones
Como en tiempos de pandemia, rodeada de generales, anunció la directora de la Guardia Civil su renuncia. La causa, en el descaro, haber sido llamado su marido a declarar por un asunto de corrupción. La decisión, en la arrogancia, para salvaguardar a su familia y la GC, advirtiéndonos que proviene de un linaje ideológico y genético en el que prima la honestidad, la ética... Dicho así suena redondo, tanto que no cuadra. Porque por deberse, en cuestión de cargo, se debía a esa ciudadanía que facultó a quienes la nombraron. Ya sé que es esta una familia lejana en el grado de consanguinidad en el respeto, pese a ser raíz y razón de su utilidad institucional. Y siendo así, debió pedirles disculpas, aun sin culpa, porque no es edificante el motivo, y aún siendo en verdad la corrupción pandemia, nada excusa no maldecirla y denunciarla públicamente. Nada le costaba tampoco y en nada ofendía a sus dos familias preferentes reconocer que le había fallado a la fetén. Y ya puestos, y refiriéndonos al respeto a la Institución, podría haberle evitado a la cúpula ser paisaje de tan afrentoso acto. No digo que no pintaran nada, por no mentar la soga en casa del “pintado”, pero sí digo que debieron arroparla aquellos que la nombraron. A cargo de ellos debería ser la renuncia y sus perversas consecuencias, porque, de todos es sabido, los directores generales y también los generales son contingentes, pero las instituciones son necesarias.
