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En el legítimo afán de Sumar, la Vicepresidenta 2ª, Yolanda Díaz, anuncia una buena nueva en el horizonte social, una herencia universal de 20.000 euros, a percibir al cumplir los 18 años. No por fallecimiento de papá Estado, sino por generosidad testamentaria de los más ricos, es decir, que cada «masrico» entregará, a un Estado atestado de dudosos testamentarios, el importe exacto del número de herederos que por su capacidad económica le correspondan. En concepto de explotación de sus padres, sobreexplotación de recursos comunes, futuras explotaciones y demás tropelías propias del capitalismo. Dinero con el que estos jóvenes podrían hipotecarse o invertirlos en otros bienes de consumo de vital necesidad, para que nunca falten ricos ni mermen los menesterosos.

La idea en sí no es mala, por qué había de serlo, nuestros hijos son justos legatarios de un sistema injusto que premia al explotador, permitiéndole enriquecerse al extremo de poder donar, de buena fe o por decreto, una pequeña parte de su fortuna a los desafortunados fiduciarios, a fin de que pasen de ser dependientes a herederos cuando aún son jóvenes y pueden disfrutar de la prebenda.

La cuestión a dilucidar, y no es menor, es saber si deberán estos felices herederos satisfacer el Impuesto de Sucesiones y Donaciones o algún otro de similar naturaleza, porque en ese caso cabe que esa herencia termine siendo su primera deuda con el fisco y la propuesta un fiasco.