Las malas condiciones climatológicas obligaron a trasladar el Mercado de San Ramón al interior de las Torres do Allo. El pazo más antiguo de Galicia se convirtió así en un gran mercado de artesanía impregnado de historia, con una veintena de puestos con productos de lo más variado como resina, papel, cuero, paja, cestería o bisutería, entre otros.
Aunque los expositores procedían de diferentes puntos de la comunidad, dominaban los de la comarca, demostrando grandes dosis de talento en todos los presentes. Los más jóvenes se mezclaban con los más expertos, cada uno en su campo. Al frente de la cestería se encontraba Ramiro Caamaño, de 72 años y vecino de la parroquia zasense de Gándara. Lleva toda la vida haciendo cestos y todavía no tiene pensado retirarse. Los hace por encargo para quien se lo pide y también como entretenimiento. Y de todos los tamaños, desde los más pequeños que muchos utilizan como fruteros o decoración hasta los más grandes para transportar diferentes productos.
También Luis Facal y Susana Audicio, ya jubilados, se entretienen en su vivienda de Ponteceso haciendo verdaderas obras de arte con papel. Desde colgantes hasta fruteros u otros objetos decorativos que llevan a las ferias de este tipo que hay por la zona.
Bruno Figueiras y Estefanía Martínez, dos jóvenes de Cabana, estaban al frente de otro puestos con la madera como principal protagonista haciendo desde tapas de agenda hasta lapiceros empleando el láser. Los más frikis podían elegir entre los artículos de Juan Manuel Calo, de Dumbría, que se inició hace cinco años en la materia con la marca Akami. Otra joven de Cerceda, Alba Alonso, exhibía también sus diferentes artículos, con la madera como principal protagonista. Para todos es una afición, aunque los gustaría vivir de ello.
